El pasado 9 de septiembre en la presentación del iPhone 17, se recuperó una de las frases más célebres de Steve Jobs:
“Design is not just what it looks like and feels like. Design is how it works”.
No era una simple cita nostálgica. Era un recordatorio de que, en pleno 2025, el diseño sigue marcando la diferencia entre un producto ordinario y un icono cultural. Porque si algo demuestra cada lanzamiento de Apple es que no basta con la tecnología: lo que convierte al iPhone en un objeto de deseo mundial es la combinación perfecta entre funcionalidad y apariencia. Y esa apariencia, lejos de ser un detalle accesorio, es hoy un activo jurídico y económico de primer orden.
El diseño importa… y merece protección
Sabemos que el diseño industrial protege la apariencia externa de un producto o de una parte de él, siempre que sea nuevo, y posea carácter singular. No obstante, la OMPI lo resume en una idea poderosa: “lo atractivo está en la forma”. Ahora bien, no se trata sólo de belleza:
- El diseño fortalece la marca y refuerza la identidad corporativa
- Se convierte en una estrategia comercial e inversora de primer nivel
- Aumenta el valor económico del producto al hacerlo más llamativo
- Fomenta la competencia leal y estimula la creatividad
En efecto, en un mercado globalizado, donde un producto puede ser copiado en cuestión de días, el registro de un diseño pasa de ser una cuestión “baladí” a tener un fuerte peso. Deja de ser un trámite burocrático para convertirse en un arma jurídica que otorga a su titular el derecho exclusivo a impedir imitaciones y le garantiza una rentabilidad justa por su inversión.
A diferencia de las patentes, el diseño industrial debe ser considerado como ese derecho estratégico. Sí, el diseño tutela la innovación formal, esa capa visible que conecta directamente con el consumidor. Su protección se concede por períodos de cinco años, renovables hasta un máximo de 25 años. En Europa, el diseño comunitario registrado ofrece cobertura unitaria en los 27 Estados miembros, mientras que el sistema internacional de la Haya permite extender la protección hasta 79 países. Hablamos, en definitiva, de un instrumento jurídico que asegura exclusividad en mercados globales, altamente competitivos.
Apple y la revalorización del diseño
Desde la Bauhaus hasta le Corbusier… la historia del diseño industrial está repleta de hitos que transformaron la manera en la que concebimos los objetos. Sin embargo, con la llegada de Apple, el diseño dejó de ser accesorio para convertirse en identidad corporativa.
El iPhone, iPad o MacBook no solo son dispositivos, son símbolos reconocibles en cualquier parte del mundo. Su éxito no se explica únicamente por la calidad tecnológica, sino por una apuesta estética que ha generado fidelidad casi religiosa entre los usuarios.
Apple ha demostrado que la forma vende tanto como la función, y que proteger esa forma es tan importante como proteger una patente. La reciente avalancha de reacciones en redes sociales, donde proliferan críticas y memes que retratan a consumidores dispuestos a desembolsar sumas exorbitantes por un iPhone 17, incluso a costa de sacrificar necesidades esenciales, pone de manifiesto un fenómeno revelador. En efecto, el diseño industrial ya no es un mero complemento ornamental, sino un activo intangible de incalculable valor, dotado de un poder de atracción capaz de condicionar decisiones de consumo más allá de lo estrictamente funcional.
En este sentido, Apple no inventa la relevancia del diseño, pero sí la revaloriza en la era tecnológica, dotándolo de un peso inédito como elemento central de estrategia empresarial y de diferenciación competitiva.
El arma estratégica que transforma creatividad en poder empresarial
En 2025, el diseño industrial no es un lujo, ni un complemento, es una estrategia de poder empresarial. Una compañía que protege sus creaciones estéticas asegura su invención, refuerza su marca y evita que su esfuerzo creativo se diluya en la imitación.
Sin embargo, esta realidad nos plantea una nueva cuestión sobre la que reflexionar: ¿están las empresas aprovechando al máximo el potencial del diseño industrial dentro de su plan de propiedad intelectual, o lo siguen tratando como un derecho secundario frente a las patentes y marcas?
La verdadera ventaja competitiva surgirá en aquellas compañías que conciban el diseño no sólo como estética, sino como instrumento jurídico y empresarial de primer orden.
Teresa Constanza García Fontana
Un comentario
Muy bien escrito