Parece mentira, pero sólo han pasado seis meses desde que terminé el máster de propiedad intelectual en la Universidad Carlos III de Madrid. Estos meses han sido años a mis ojos. Echo de menos muchas cosas del máster, sobre todo la frecuencia de ver a mis compañeros todos los días. No lo digo por dejar bien a mi generación, estoy seguro que todas han sido como la nuestra, pero las conversaciones sobre diferentes temas de propiedad intelectual eran habituales en los descansos de clase, y se alargaban bastante en la tarde después de ella, sobre todo si la clase había sido buena. Lógicamente, una vez recibimos nuestros temas para hacer el TFM, comenzamos a cambiar opiniones los unos con los otros. Por lo menos un cuarto de la clase escogió de protagonista para su trabajo a la inteligencia artificial. Es difícil de definir, no obstante, me atrevo a decir que la inteligencia artificial se fundamenta en la descripción de funciones cognitivas del ser humano para que la tecnología sea capaz de emularlas y reproducirlas. De modo que, sobre la base de la información proporcionada a la misma, la tecnología actúe en el mundo físico o digital percibiendo su entorno, y consiga dar respuesta a problemas complejos.
No creo equivocarme si afirmo que todos los que hicimos de la inteligencia artificial el principal enfoque de nuestro trabajo recogimos la distinción que hizo John Searle entre inteligencia artificial fuerte y débil. Seguramente todo académico o estudiante que realice un trabajo relativo a la inteligencia artificial haga mención a esta diferencia. La inteligencia artificial fuerte es aquella que, más allá de emular funciones cognitivas de la mente humana o imitar el comportamiento humano, es una mente por sí misma[1], con su propia conciencia[2]. Por su parte, la inteligencia artificial débil es aquella diseñada y entrenada para dar respuesta a una tarea específica siguiendo una serie de patrones e instrucciones programados para llevar a cabo su tarea, y sobre la base de los datos y aplicaciones proporcionadas a la misma por la inteligencia humana -de la que es plenamente dependiente-.
Esta distinción me conduce inevitablemente a razonar que, mientras se considere que la inteligencia artificial fuerte será aquella que tenga una inteligencia similar a la humana, esta será inalcanzable -como defienden Searle y tantos otros-. La esencia de nuestra inteligencia se ha de buscar en la conciencia, la autodeterminación, la intención, el deseo, el pensamiento mágico… conceptos tan incomprensibles e inabarcables que han acaparado los debates filosóficos desde el inicio del pensamiento racional y, por seguro, así lo harán hasta que el mismo termine. Debemos de estar abiertos, por tanto, a la posibilidad de que aparezcan inteligencias artificiales que, pudiendo estar plenamente conscientes de su existencia, siendo capaces de tomar sus propias decisiones o teniendo intenciones y deseos propios; no tengan una inteligencia equiparable a la humana. Se debería, en definitiva, añadir un escalón medio entre la inteligencia artificial débil y fuerte, para aquellos sistemas de IA que, presentando características que vayan más allá de funciones cognitivas y que se puedan considerar esencia de la mente humana; no repliquen en sí, la inteligencia humana.
Por tanto, la clasificación de los sistemas de inteligencia artificial en función de su autonomía debería de contar con tres categorías: la débil, la intermedia y la fuerte. La primera, para aquellos sistemas preconcebidos para dar respuesta a un problema complejo concreto emulando funciones cognitivas humanas; la segunda, para aquellos sistemas que puedan ir más allá de lo puramente intelectivo, incluso presenten cierto grado de autonomía y/o conciencia; y, la tercera, para aquellos sistemas que sean perfectos imitadores de la inteligencia humana, reservados por su imposibilidad al pensamiento fantástico, y entregados a nosotros para crear novelas, películas, obras de teatro, cuadros y cualquier otra obra que una mente creativa pueda imaginar.
[1] Vid. LÓPEZ DE MÁNTARAS, Ramón. “El futuro de la IA: hacia inteligencias artificiales realmente inteligentes”. 2019. https://www.bbvaopenmind.com/articulos/el-futuro-de-la-ia-hacia-inteligencias-artificiales-realmente-inteligentes/
[2] Vid. GARCÍA MEXÍA, “Inteligencia artificial. Una mirada desde el Derecho”. Anales de la Academia Matritense del Notariado. (2020) Tomo 60, pp 117-157.
Sergio Prieto Remón