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La propiedad intelectual: El alma que protege la música

arpa musical

La propiedad intelectual: El alma que protege la música

El pasado viernes 25 de abril de 2025 tuve el honor de asistir a un evento muy especial: “La PI y la música – Al ritmo de la PI”, organizado por la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM). No fue una jornada cualquiera. Fue una oportunidad única para explorar cómo la propiedad intelectual sostiene el arte, impulsa la innovación y, en particular, hace florecer la música.

Desde que decidí dedicarme al derecho de propiedad intelectual —y siendo artista en mis tiempos libres— he aprendido que la PI no es solo un conjunto de normas técnicas: es la salvaguarda fundamental de la vivencia artística. Así lo expresaba con gran acierto Javier Moreno, director del Auditorio Nacional de Música, durante su intervención.

La propiedad intelectual es una herramienta poderosa. Es el escudo que protege la creatividad, el medio que permite que las ideas no se pierdan, que los creadores puedan vivir de su talento y que el arte siga alimentando nuestro espíritu. Y eso, más que nunca, merecía un homenaje. La OEPM consiguió reunir a apasionados ponentes, profesionales entregados tanto a la creación como a la defensa de este patrimonio intangible que nos pertenece a todos.

“La creatividad es la inteligencia que se divierte” , decía el brillante eslogan que nos acompañó durante el evento. Y sí, la creatividad es una chispa de humanidad que da sentido a nuestra existencia.

La tecnología: aliada y desafío para la música

Una de las grandes reflexiones de la jornada fue el impacto de la tecnología en el sector musical. Como señalaba Eduardo Valencia (AMETIC), la innovación tecnológica ha democratizado el acceso a la música, multiplicando las oportunidades para artistas y oyentes. Tenemos a un clic todo tipo de contenidos. Sin embargo, esta abundancia también plantea un reto: ¿cómo consumimos todo lo que se nos ofrece? ¿Cómo seguimos valorando lo verdaderamente auténtico?

La música ha cambiado. Muy pocos coleccionan vinilos o discos físicos. Las plataformas digitales han llegado para quedarse, imponiendo un consumo inmediato, casi efímero. Pero quizá este sea también el momento de replantearnos el valor de la música, de reforzar la idea de que proteger una obra no es un trámite burocrático, sino un acto de respeto hacia la creación.

Preservar la artesanía en tiempos de homogeneización

Otra cuestión emocionante fue el debate sobre la frontera entre la artesanía y la innovación. Hoy, los instrumentos musicales se producen en masa y se distribuyen globalmente. ¿Qué ocurre cuando el músico de Oriente y el de Occidente tocan el mismo instrumento fabricado en serie? Proteger la artesanía es proteger el alma de la música. Es urgente visibilizar y apoyar a los luthiers, a los creadores de instrumentos tradicionales, a los guardianes de nuestra historia musical. El diseño está en los instrumentos, recordaba Pablo Garde, subsecretario de Industria y Turismo. Y con ellos, también se proyectan emociones.

La marca como extensión del artista

La música no solo se escucha; también se siente, se identifica, se asocia a símbolos. Crear una marca personal sólida es parte esencial del éxito en el mundo actual. Así lo defendía Gema del Valle (Subterfuge Records), que insistía en la necesidad de adaptarse, de innovar constantemente, también en marketing.

El artista de hoy no puede quedarse en la creación musical: debe ser un comunicador, un generador de comunidad, un constructor de marca. La marca, como la música, debe ser disruptiva, pero de calidad, conectada con el pulso de la calle, viva y palpitante.

El artista 360: música, imagen e influencia

En la era digital, el músico ya no vive (sólo) de su arte. Vive de su capacidad de inspirar, conectar y movilizar. Como recordaba Gema, citando la serie Paquita Salas, los artistas deben ser “Paquitas modernas”: manejarse en todas las facetas, desde la creación al marketing personal.

El streaming paga cifras irrisorias (un promedio de 0,0004 céntimos por reproducción en Spotify), lo que obliga a los artistas a buscar su sustento en conciertos, giras y colaboraciones con marcas. Las plataformas digitales han democratizado la producción musical, pero también han abaratado el arte.

Hoy, más que nunca, el músico es también influencer, embajador, constructor de relatos. La creatividad no solo se mide en canciones, sino en la forma en que se proyecta y se comparte.

Al concluir la jornada,

Tuvimos el privilegio de escuchar a Ana Crismán, arpista flamenca, en una intervención que fue pura magia. Ana nos relató cómo, durante un viaje a Irlanda, quedó fascinada al ver a un artista callejero tocando el arpa. En ese instante, sintió que ese instrumento —tan lejano, tan ajeno— podía hablar flamenco. Desde entonces, ha luchado contra viento y marea para hacer del arpa un nuevo emblema del flamenco, abriendo caminos donde antes solo había tradición.

Verla fluir sobre el escenario, acariciando las cuerdas con un quejido que emanaba puro duende, fue conmovedor. Si cerrabas los ojos, podías casi escuchar la resonancia cálida de una guitarra Alhambra 2C, trasladándote a patios andaluces bañados por la luz. Era amor, era arte, era pasión por emocionar.

Ana nos recordó, una vez más, que la propiedad intelectual no solo protege obras: protege sueños, historias y nuevas formas de sentir.

En este nuevo ecosistema creativo, la propiedad intelectual es más esencial que nunca. Es el hilo invisible que une la pasión de un artista con el reconocimiento que merece. Es, en definitiva, la guardiana del alma creativa.

Sigamos protegiendo la música. Sigamos protegiendo el arte. Sigamos protegiendo la propiedad intelectual.

Teresa Constanza

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